jueves, 22 de diciembre de 2011

0T0ÑO




En mayo de este año llegué a Azkoitia y creí haber visto el más maravilloso paisaje de mi vida. Esas paredes verdes, imponentes, orgullosas que se entremezclan con casas a distintos niveles y que parecen de cuento. Paisajes y casas bajo un fondo de cielo límpido e inmenso y las aves aportando un sonido que te hacen alegrar el alma. También un río tranquilo, que discurre por medio del valle y del pueblo como queriendo poner un broche final de belleza y quietud.

Pero llegó el humilde otoño y de pronto descubrí un nuevo paisaje dentro del que ya conocía. Miro esos lugares, que para mí ya empiezan a ser familiares y aparecen a mi vista una gama de colores, desconocidas para mí hasta entonces. Malvas, ocres, rojizos…, árboles que ahora van a ser para mí nuevos. El monte es otro con ese telón de nubes juguetonas entre los árboles. Todo es muy bello. El río cantarín aparece con su orilla más a la vista ya que las arboledas circundantes van perdiendo sus hojas y el follaje de hojas secas hacen remolinos con el viento que sopla ora del sur ora del oeste. El río atrae más mi atención y quizás pronto convierta esa quietud en furia producida por esperadas lluvias y así llegará el invierno más crudo y con otros tonos.

No, no olvidaré este OTOÑO, que me ha hecho ver lo maravillosa y melancólica que puede ser esta estación. Ahora llueve detrás de los cristales, como cantaba Serrat y el frío circundante nos señala que el invierno está llamando a las puertas.
NORA

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