En su tenaz y persistente camino, tal vez hacia el mar, como
último refugio el río nos demuestra todas sus facetas, que quizás podríamos
aplicarlas a nuestras vidas. Nace a veces tranquilo, otras como un gran
torbellino, luego se vuelve manso, hasta que aflora su carácter que, por
supervivencia debe sacar a flote. Se arremolina, sortea piedras y escollos,
pero trata que nada lo detenga en su largo camino. En momentos se siente
debilitado, porque ve que no respetan su hábitat, destruyendo su cristalina y
fructífera vida.. Pero aún resiste y vuelve a las andadas y trata de no perder
su alegría y salta rodeando las piedras porque sabe que si desfallece no habrá
quien continúe su largo camino.
Sabe que su vida es alegría, sabe de su utilidad regando la
seca tierra y aportando su generosidad. Su eterna humedad la vierte a los
árboles circundantes y cuando le permiten estar limpio y sano, regala vida
interior, convertida en alimentos para muchos.
El río no se siente muy valorado, pero sabe que la vida es
buena y vale la pena intentarlo, por amor propio y para demostrar que aunque el
camino sea dificultoso, dejará todo en el intento, sintiéndose cada vez más
cerca de la ansiada meta y reconfortado por el deber cumplido.
-NORA-
“AGUAS
DEL RÍO VIEJO LLEVATE
PRONTO
ESTE LLANTO LEJOS, QUE
ESTÁ
ACLARANDO Y VAMOS PESCANDO
PARA
VIVIR. LLEVO MI SOMBRA ALERTA
SOBRE LA ESCAMA DEL AGUA ABIERTA”-Jorge Fandermohe
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