Una vez más y como en veces anteriores en el cuerno de África,
en Somalia, la sequía sobrevuela y los escasísimos recursos, por no decir
ninguno, coloca en muy poco tiempo al límite de la supervivencia. Cuentan unas
mujeres que sobrevivían con dos o tres animales,
que eran su sostén y que una vez muertos se trasladaban como podían al centro
de refugiados en Kenia, donde se agrupas demasiadas personas y demasiada
hambre.
En esta población son mayormente las mujeres que luchan con lo
que les queda de fuerzas, buscando salvar a alguno de sus hijos. Este tema no
es nuevo, es reiterado y nos enteramos una y otra vez del relato donde se ven únicamente
cuidados paliativos. Las personas que están allí como médicos, cooperantes,…
con su invalorable ayuda procuran que el filo hilo de vida o muerte se
fortalezca, pues es frágil como el cristal, pero a su vez logran hacer
milagros.
Se prevén muertes de cientos de niños, que ya hoy sobreviven
con su extremo bajo peso y sus madres no tienen armas para luchar más. Este panorama
repetido no tiene solución de fondo, a ninguno de los que ostentan poder en el
mundo parece interesarles esas pobres vidas sin alternativas.
Si hay dinero para armar pueblos como Siria, que se están
destruyendo a pasos agigantados, sembrando la tierra de sus propios hijos,
ofreciendo como anécdota diaria la cantidad de muertos entre los que destacan
los niños.
A veces cuesta identificarnos como a seres humanos, creo que
podemos llamarnos seres en proceso de evolución, no humanos porque esa palabra
tiene connotaciones de las cuales todavía carecemos. Es mi valoración, quizá esté
equivocada, Pero la palabra “HUMANOS” es demasiado grande para identificarnos
dentro de ella. Tendremos que recorrer aún un largo camino para considerarnos
como tal.
-NORA-
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