En una cárcel de
un lugar perdido en el mapa se encuentran una mamá de veinte años y un bebé de
cuatro meses, al que amamanta en un estado de desesperación y abandono por un
hecho que sigue sucediendo inexplicablemente en esta época.
Ella está acusada
de adulterio, en un principio negado por ella misma, no tiene abogado y
últimamente aceptó los hechos porque fue golpeada por su propio hermano. Esta
mujer además del bebé tiene dos niños, que son cuidados por un familiar
cercano. Intisar, que es así como se llama es sudanesa y no conoce demasiado el
idioma árabe. Todo juega en su contra y su esperanza quizá radica en la opinión
pública y en la fuerza que pueda tener para no llegar al horror de una
lapidación en medio de una calle.
Es inconcebible
pensar en los desatinos que cometemos los seres humanos, someter a una mujer
sin ningún derecho a defensa, sin derecho a arrepentimiento si es que fuese
verdad la acusación pública.
Se creen con la
potestad de quitar la vida a una joven mujer a la que pococs defienden. Al
parecer no quieren romper con las estructuras esclavistas y denigrantes que
asolan muchos rincones del mundo. Desgraciadamente estos casos siguen
ocurriendo y nadie les pone freno.
Las mujeres de las
culturas como las de Intisar deben sentir una soledad y un dolor inmenso de no
ser valoradas como seres humanos y cada
uno de nosotros deberíamos darle voz a las que no tienen la propia, es nuestro
deber mantener la esperanza que la difusión mueve montañas o al menos eso
creemos y esperamos.
NORA.
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