miércoles, 16 de mayo de 2012

SUELTA EL GLOBO


Sumer estaba adormilado como a medio camino entre el sueño y la vigilia. Era igual que dejarse llevar en un bote por los remansos junto a la orilla del río suave y perezosamente sin preocuparse de si sus pensamientos encallaban y retornaban a la bruma del sueño o si avanzaban al hilo de la corriente del día, pero en el ambiente flotaba algo como una sombra, algo indefinido, algo en lo que no era capaz de pensar, ni en el fondo le preocupaba mucho.
Y aquel soñoliento discurrir cambió de pronto y se desbocó; sus ideas se dispararon como gatos asustados por una calleja estrecha. Aquello le gustó: “gatos asustados”, alguna vez lo usaría como tema de un ejercicio de redacción.

Estaba tumbado completamente despierto, medio rostro hundido en la almohada, sin decidirse a abrir los ojos o párpados cerrados.
A veces intentaba ver algo a través de los párpados, pero no  lo conseguía nunca a menos que hubiera luz fuerte.
Nadia.

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