En Tertulia hemos comenzado a conocer la obra del autor portugués José Saramago. Aquí os pasamos una Biografía que a lo mejor os puede interesar.
En la
aldea portuguesa Azinhaga, nació el 16 de noviembre de 1922 José Saramago.
Antes de dedicarse a las letras desempeño diversos oficios como: cerrajero,
mecánico, editor.
Este escritor autodidacta publicó su primera novela "Tierra de pecado " en 1947. Aunque con esta obra recibió muy buenas críticas Saramago decidió permanecer sin publicar más de veinte años porque, como él afirma ahora «quizá no tenía nada que decir».
Este escritor autodidacta publicó su primera novela "Tierra de pecado " en 1947. Aunque con esta obra recibió muy buenas críticas Saramago decidió permanecer sin publicar más de veinte años porque, como él afirma ahora «quizá no tenía nada que decir».
Periodista y miembro del Partido Comunista Portugués sufrió censura y persecución durante los años de la dictadura de Salazar. A finales de los sesenta Saramago se presentó con dos libros de poemas: " Os poemas possiveis " y " Provavelmente alegría ". Puede que la demorada publicación de sus textos sea el motivo por el que numerosos críticos lo consideran un «autor tardío».
Ha mantenido siempre una postura ética y estética por encima de partidismos políticos. Comprometido con el género humano, de forma general en sus obras hay una gran originalidad dada fundamentalmente por su controvertida visión de la historia y de la cultura.
En su obra se puede encontrar una depurada fantasía, el acercamiento a la mitología cristiana, e incluso comparte sus crónicas del escritor de viaje por su patria. Su singular estilo que nos hace sentir que sus historias nos están siendo contadas por alguien muy cercano, invita a que sigamos a los personajes por sus peripecias. Aún con la realidad que nos rodea cada día Saramago cree posibles la felicidad y la sana convivencia de las personas
Obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1998. Ha sido distinguido por su labor con numerosos galardones y doctorados honoris causa (por las Universidades de Turín, Sevilla, Manchester, Castilla-La Mancha y Brasilia). Ha recibido el Premio Camoes, equivalente al Premio Cervantes en los países de lengua portuguesa.
Su obra esta considerada por los críticos de todo el mundo como una de las más importantes de la literatura contemporánea. Su obra, narrativa en su mayor parte, es un acercamiento cálido a la vida cotidiana.
Un estilo cotidiano bajo
una nueva gramática
Existen tres ideas precisas y
notables en el trabajo literario de Saramago: el sin sentido, una amarga desaparición del Absoluto y la saudade
o melancolía. Los ideales de sus personajes son muy humanos, demasiado
humanos, tal vez aspiran sólo a la fraternidad o a la contemplación pasiva del
mundo. Cuando leí El año de la muerte de Ricardo Reis, experimenté una
gran curiosidad por leer un relato ficticio sobre un personaje ficticio, pero
muy real: Pessoa/Reis. Según la novela, Reis regresa a Lisboa en 1935, después
de una misteriosa y supuesta estancia en Brasil, y ahí se entera de la muerte
de Pessoa. Es necesario recordar que Reis es Pessoa en uno de sus
desprendimientos de personalidad. Desde aquel día, ambos mantienen intensas
conversaciones escépticas y críticas contra la política y la vida humana. El
año de la muerte..., me gustó por las personificaciones bien logradas de
Reis y de Pessoa. Después me acerqué a algunas otras obras.
Los libros de Saramago son
como fábulas que exploran lo más íntimo del alma humana, con todo y su egoísmo,
errores, torpezas, anhelos por buscar respuestas. Sus obras son un conjunto de
signos, tal vez de metáforas, completamente descifrables.
En cuanto al estilo, es
posible que Saramago haya inaugurado una nueva gramática. Escribe sin signos de
vialidad, de modo que solamente utiliza comas y puntos y aparte. En el caso de El
año de la muerte..., o en Todos los nombres, funciona realizar la
lectura en voz alta ya que la escritura es una narración verbal. Si se hace una
escritura similar al modo de hablar, tal como la utiliza Saramago, el lector
puede reproducir la voz del personaje e incluso caracterizarlo, imaginar cómo
es, por qué se expresa de ese modo.
El estilo y los contenidos
guardan una estrecha relación. Un estilo cotidiano para unos protagonistas
comunes y corrientes. El lector se encuentra con personajes sencillos, gente
común. Saramago se aleja de la típica novela moderna que ha intercambiado a los
héroes clásicos por los antihéroes. En su caso, no hay antihéroes pero tampoco
existen héroes. Se trata de una noción inexistente.
Todo es común, monótono,
cotidiano, trivial. Días como cualquiera: despertar, caminar, trabajar, sufrir
y pensar. Nadie es especialmente bello o inteligente. Es la gente de Lisboa, tal
como Saramago la conoce y la ha conocido.
La conmoción de un ateo
Para explorar el sin sentido,
la ausencia de Dios y la saudade, centraré mi atención en un par de
obras conocidas y que me han conmovido: Ensayo sobre la ceguera y Todos
los nombres. No significa que no valga la pena comentar Historia del
cerco de Lisboa, El año de la muerte de Ricardo Reis, Casi
un objeto o Memorial del convento. Todas ellas revelan una buena
pluma, aguda sensibilidad unida a un afán exagerado por humanizar la vida y sus
circunstancias. En este caso, humanizar la vida significa configurar nuestro
mundo y nuestras circunstancias, reafirmando el sentido de la tierra,
con todo y su transitoriedad y contingencia; regresar a una tierra en donde
Dios no existe y entonces hacer un intento, si es que se puede, por devolverle
sentido a nuestra condición humana.
El Ensayo sobre la ceguera
(1995) y Todos los nombres (1998), son intentos por enseñar el sin
sentido y lo efímero de nuestros actos. La primera es una obra salvaje y trágica
con una metáfora excesivamente bien lograda. En esta obra, como en otras, el
azar y la sin razón dan marcha a la trama. ¿La darán también a nuestra vida? Un
día, azarosamente, un individuo pierde la vista frente a un semáforo. Así
empieza una epidemia de ceguera blanca en una ciudad desconocida. La crueldad
se expande y el mundo se vuelve miserable una vez que ha sido arrancado de la
mirada humana. Pero, ¿no será que ese mundo de la mirada humana, es igual de
miserable, descarnado y cruel?
Aquí están los dos primeros
elementos explorados: el sin sentido y el abandono de Dios, quien ha sido
sustituido por el azar o por una trágica voluntad igualmente ciega.
Aunque no lo parezca, en esta
desdichada ciudad de ciegos, donde cada uno lucha por sobrevivir aplastando al
otro que no ve, donde se pierde rápidamente la fraternidad y la solidaridad,
Saramago abre un respiro para la esperanza. Existe un personaje femenino,
solamente uno, que no pierde la vista y que, tal vez, sea el contra argumento
del viejo y conocido refrán «en tierra de ciegos, el tuerto es rey». La mujer
que ve, será la única esperanza para aquellos abandonados por el Absoluto. Al
final, Saramago logra sensibilizar al lector, utilizando primero el terror,
luego nuestro tercer elemento de análisis, la melancolía, que podría ir
acompañada por una pregunta: ¿qué diferencia hay entre un mundo de ciegos y
nuestro mundo de videntes?
En la segunda obra, Todos
los nombres, sólo nos enteramos del nombre del protagonista. José es un
burócrata que recuerda a Bernardo Soares, el personaje de Pessoa y autor de El
libro del desasosiego. José trabaja en la Conservaduría General
del Registro Civil. Su vida transcurre en el sin sentido, la monotonía y
trivialidad cotidiana. Su existencia se reduce a anotar miles de nombres y
datos de los millones de seres humanos que han pasado y pasan por el mundo:
vivos y muertos. También aquí el azar da marcha a la historia: un día
cualquiera, José encuentra la ficha de una mujer desaparecida de la que se
tienen apenas unos datos. Reconstruir de manera clandestina la biografía de esa
mujer, que podría ser cualquier persona, da sentido a la vida de José. Todo el
libro, y sin explicación alguna, José investiga, aventura, arriesga, coloca
piezas de un rompecabezas para descifrar quién es esa mujer. Actividad sin
sentido que termina por tener algo de sentido. Ésta también es una metáfora de
nuestra vida.
Pero una vez más, a pesar del
pesimismo de Saramago, hay un lugar para la esperanza. José descubrirá que la
mujer está muerta. La alternativa es optar por el sin sentido y abandonar la
búsqueda una vez que se ha hecho evidente que «fuimos, somos y seremos polvo»,
o seguir buscando. Si seguimos buscando, encontraremos que después de todos los
nombres está la muerte, la melancolía que nos viene por el recuerdo de los que
ya no están en nuestra vida. Pero, ¿dónde estarán? En ningún lado, la ausencia
de sus caras se ha intercambiado por la nada. Sin embargo, José será incitado
por su jefe a seguir buscando. ¿Qué buscamos?
Saramago logra devolvernos la
pregunta olvidada: ¿qué buscamos? El libro da la impresión de que no buscamos
nada: el mundo es un conjunto de nombres que terminan por desaparecer. La vida
es efímera y pasajera. La obra de Saramago confronta al lector: ¿qué buscamos?
Saramago tiene su respuesta: nada. Cada lector tendrá la suya. La cuestión está
en arriesgarse a ensayar respuestas a nuestra condición humana.
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